Si me hablan del barrio El Restrepo en Bogotá pienso en 3 cosas: Zapatos,
comercio y merengón. Hoy solo voy a hablar de lo primero. En esas calles todo el panorama parece cubierto de
polvo en varias gamas de gris hasta que uno entra en la zona
comercial y encuentra cuadras repletas de zapatos: colores, cuero, tela, charol, cuerina, brillantes, opacos, bonitos, feos, grandes, pequeños, tenis, tacones, bailarinas,
bueno, creo que ya entienden a lo que voy...
Mi primer recuerdo de los zapatos del Restrepo son unos
botines color madera oscura, pespuntados y con huequitos en la punta, una mezcla entre Oxford y cocacolos como los llama mi madre. Recuerdo a mi abuelo diciendo: “mijita le traje este
regalo”, con los ojos brillando como un tinto claro en la mañana, la sonrisa de oreja a oreja y el bigote blanco que seguía el movimiento del habla.
Desde entonces compro zapatos en ese lugar, a veces bailarinas
de colores que vienen de Bucaramanga, a veces de China, pero casi siempre botas que se están haciendo en un taller tras el mostrador. Es cierto que no es
el barrio más exclusivo de Bogotá, pero me vale un pepino, para mí es una meca del glamour criollo. Cuando encargo los
zapatos en ese barrio modesto, los hacen justo como los pido en talleres de casa, familias que tradición que operan con ganas y valentía nada de zapatos copy paste.
A veces encuentro modelos de temporada, otras sencillamente
no. Siempre hay clásicos. Me causa curiosidad y asomo la nariz para ver si alcanzo a mirar los trabajadores de los talleres ; de cuando en cuando veo gente
pegando suelas, cosiendo, hormando. Gente que ejerce su oficio con sencillez y pasión, pues los negocios duran y duran años, inclusive
sin clientelas gigantes.
China y la industria del calzado barato le han traído épocas
difíciles a los fabricantes del Restrepo, pero ellos no se rinden, parece un
sitio suspendido en el tiempo. Un lugar de magia, donde a veces encuentro las mismas cosas que en
otros almacenes.
La verdad me alegra cuando le compro directamente a un
fabricante, cuando me preguntan por los zapatos y no puedo decir que sean de Zara
o Stradivarius, Louboutin. No es que tenga nada contra las grandes marcas, pero esos son zapatos de moda. Los zapatos del restrepo en cambio son esos que
compro sin la noción de lo que está In o Out, solamente guiada por el instinto de lo que me agrada. Coco Chanel lo decía bien , la moda pasa, el estilo
permanece ( o algo así).
Me alegra comprar en el Restrepo, porque sé que le compré a
un paisanito que se parte el lomo con amor, que probablemente no tiene un
imperio y tal vez mi compra represente un impulso para seguir
trabajando en la casa, en el garaje, desde lo sencillo. Algunos montan negocios grandes y eso me llena el corazón de alegría.
Recuerdo que cuando fui a Estados Unidos por primera vez me
preguntaban mucho por el cuero y la marca de mi bolso del Restrepo (el último
regalo que me dio mi abuelo antes de morir). Sonreí, dije orgullosa y sin ninguna pena, que era un
bolso fabricado en el barrio en el que vivieron mis abuelos.