Uno puede ser católico, cristiano, budista, practicar el Islam, ser ateo o creer en el monstruo de espagueti volador, siempre y cuando respete a la persona que tiene al frente.
En los últimos días la vida me ha hecho notar lo difícil que es entender la necesidad de creer del otro. Ha de ser por que las creencias personales son algo frágil y privado que sacude nuestro mundo entero, tal vez por la necesidad de protegernos frente a lo inexplicable.
Por otra parte, nunca he comprendido ese asunto de que la religión y la ciencia van una en contra de la otra. Desde un punto de vista personal, creo que apuntan al mismo lado: ¿De dónde rayos venimos? ¡Cómo nos explicamos que el mundo se está sosteniendo en una cabecita de alfiler en medio de la nada? ¿Para dónde va todo este hervidero de vida y sentimientos que se nos acumula en forma de latido cada mañana?
La religión y la ciencia intentan simplificar y dar coherencia de maneras muy peculiares a lo que nos rodea; en esa medida, un médico que no pierde la capacidad de asombrarse con el cuerpo humano puede tener fe y practicar una religión (independiente de cual sea), un astrónomo consumado tiene la posibilidad de encontrar esperanza en medio de la nada y la incertidumbre o un párroco puede estudiar física y química pura si le viene en gana.
¡Ah! y los ateos, si no creen en nada divino, al menos tienen la posibilidad de creer en si mismos, pero eso es otra discusión.
La fe, nace de una necesidad humana de creer, cuando ya no tenemos más fuerza ni confianza en nosotros mismos. Por eso, no es de extrañar que las plegarias con mayor sentimiento nazcan en situaciones difíciles, en terremotos, en velorios, o en medio de la soledad extrema.
Las plegarias, para mí reflejan un sentido profundo de introspección, de aceptar que existen cosas inexplicables, de sentirse pequeño ante un universo que está repleto de maravillas y que apenas comenzamos a entender. la ciencia, en cierto sentido se parece a las plegarias, que nacen de la suposición el asombro y la necesidad de cambiar una situación inicial.
A veces creer en algo, alguien o en nosotros es también una especie paliativo, además uno muy bonito, que nos sirve para reprogramar el cerebro y ponerlo a funcionar cuando todo parece perdido. También nos ayuda a retomar la fuerza cuando sabemos que no hay esperanza, no importa si ya sabemos que todo se va a la….. porra. Así mismo, considero que tener fe en algo es una manera de decir que no nos vamos a acobardar ante nuestro propio encierro mental.
No vengo a evangelizar a nadie. Sinceramente opino que esa capacidad de creer en algo, íntimo y personal, despertarse con un propósito y erigir un sistema de valores que se transmite de generación en generación como los cuentos y las historias de las abuelitas es maravilloso.
Lo que sí me parece mal, es que no asumamos con responsabilidad los actos de fé, que los confundamos con fanatismo o que excusemos las malas acciones o los comportamientos poco humanos en nombre de la religión, pues cada uno de nosotros, tiene la responsabilidad sobre sus actos. Nuestras manos, pies y músculos se mueven , generalmente por que se lo ordenamos.
Así que culpar a cualquier deidad de nuestra debilidad o nuestra falta de amor por la humanidad es un desperdicio de tiempo, nosotros podemos elegir la religión, podemos elegir nuestras preferencias sociales, inclusive podemos elegir lo que guardamos en nuestro corazón y mente, además de la forma en que lo hacemos.
Por otra parte, conozco personas de diferentes religiones y debo decir que de lo poco que he visto hay varias que invitan al respeto por el otro cancelando algunos discursos maleinterpretables en la época actual (Por que seamos sinceros, hasta la religión tiene que adaptarse al cambio), entonces... se trata de creer en algo para mejorar la humanidad
Seamos conscientes, el lío no es lo que creemos sino cómo lo creemos.