lunes, 10 de agosto de 2020

Aprender a caer sin gracia.

Embarrarla, equivocarse, meter la pata… hay muchas maneras de decir que hemos hecho algo mal, pero solo una para salir airosos de nuestros malos pasos, esta es: ser responsables, pedir perdón, aprender y tratar de no volver a repetir las situaciones que nos han puesto en problemas.

Hay personas que saben caer con gracia, tapan los errores con tierra, ponen pañitos de agua tibia, rompen un vidrio y esconden la piedra, pero esto no sirve de nada. Prueba de ello son las indignaciones políticas que pululan en las conversaciones espontáneas, los mares de lágrimas que se derraman en los bares y los baños universitarios por motivos de infidelidad. Los te lo dije de nuestra familia y porque no, hasta la cantidad de amistades que se destruyen por tonterías.

La mejor forma de aprender  a caer es sin gracia, afrontando nuestras fallas. sentir el golpe y levantarnos demuestra madurez y nos hace fuertes ante el rechazo y la rabia que podamos sentir frente a nuestros propios actos.  No es un misterio, sino una lección que la vida nos enseña a trompicones y es que cada caída es una oportunidad para entender que necesitamos mirar al frente en vez de estar pegados a expectativas bajas que nos arrastran contra el suelo.

Ahora,  no todo es tan terrible…los errores sirven para algo: crecer, hacerle frente al dolor y convertirnos en personas que quieren dar lo mejor de sí. Tomemos nota, cada malentendido, cada falla, cada caída  es una oportunidad para reconocer lo que nos hace falta y levantarnos.

Pedir excusas, pasar saliva y admitir nuestra culpa no siempre basta, pues como decía Mario Benedetti “El peor error del ser humano es intentar sacar de la cabeza aquello que no sale del corazón” Por eso, dejemos de pedir disculpas y dediquémonos a reparar los daños en un ejercicio de perdón propio y de los demás. Recordemos que muchos de los problemas humanos y heridas se quedan en el corazón y  solo después de mucho, mucho tiempo pasan a la cabeza y con ello al análisis personal.
 
Si hemos hablado con rabia y sin pensar, si hemos dejado que palabras dichas con rabia se nos claven en la conciencia, es hora de desenterrarlas y aprender a cuidar las heridas para que sanen solas, con tiempo o con esfuerzo, pero que sanen.

Aprendamos a caer sin gracia y embarrémonos de experiencia, de nada sirve levantarnos majestuosamente si hemos dejado a otros en el suelo.

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