miércoles, 13 de abril de 2016

¡Oh! los tacones.

A veces cuando voy por la calle veo como los talones de las chicas tiemblan cual chihuahua friolento dentro de un par de taconcitos, están divinas pero parece que el lugar donde acaban las piernas e inician los pies se fuera a astillar en cualquier momento.

A ser sincera no sé si hablando en términos de anatomía un tacón servirá para algo, aparte de mantenernos empinadas como suricatos sobre el borde de los metatarsos, o causarnos callos; socialmente, si están ligados a muchas cosas como la sensualidad y el status .

Me pregunto. con mucha seriedad, si la sonrisa de las fashion bloggers dura más de 10 segundos tras terminar las fotos. No lo digo por que tengan que posar, sino porque en los blogs más famosos que conozco estas divas del glamour casi siempre traen tacones que  parecen insufribles ¡mama mía! Que suplicio. ¡El martirio de los pies parece ser un gran símbolo de poder femenino!

Quisiera ver más fashion bloggers en tenis, bailarinas, zapatos un poquito más… planos. Mujeres menos prefabricadas, en pijama y pantuflas, en leggins para trotar, despeinadas. Estoy segura que también podrían tomar fotos hermosas. Anhelo ver guapas y guapos que rompan ese estereotipo silencioso y estúpido que hemos alentado, de que los tacones nos hacen ver con más clase. No creo que los pies amoratados al final del día hagan a nadie remotamente más sexy o sofisticado. 

Hay chicas que dicen que andar con tacones se les da bien, que ya no pueden vivir sin ellos, porque han legitimado en su propio cuerpo una posición poco natural, muestra de la manera en que amansamos nuestros propios pasos y limitamos nuestro ser para encajar.

A medida que fui creciendo asimilé el hecho de que algún día iba a tener que usarlos, mi madre, siempre ha dicho que no es necesario, pero el entorno me ha educado para creer que son bonitos, a veces lo pongo en duda, sin embargo, me declaro culpable, también yo los he hecho parte de mi closet, no los uso casi nunca, pero ahí están.

He llegado a pensar que me agrada verlos, en las vitrinas, porque son testigos de la influencia de la mujer en las prácticas diarias, son una gran industria que le da trabajo a muchas personas y nos obligan a cambiar la forma de caminar frente a ese ritmo loco y rápido que lleva el mundo.

Cada una es libre de elegir los zapatos que se pone, como vive a través de su propia expresión de feminidad o la moda, a mí se me dificultan, no soy de las que caminan recto con un par de tacones, sino de las que sonríen y se sientan cuando los tienen puestos.

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